domingo, 29 de marzo de 2015

CARTA DE UNA MADRE A SU HIJO!!


Hijo mio, no puedo dejar de decirte,
cuánto te amo desde el día en que naciste
y hasta el fin de mi vida, que se acerca,
pero tampoco puedo dejar de agradecerte
por estos últimos meses en que ya viejita
como estoy, ya no he sido la madre joven que
conociste cuando niño; sino la triste anciana 
que acomete su lucha final y que sólo da
trabajo y preocupaciones.
Cuanta paciencia has tenido, hijo mio,
y cuanta comprensión me has demostrado:
he regado la comida sobre mi ropa y
las medicinas sobre la cama;
ya no he podido ponerme los zapatos,
ni he atinado a vestirme;
y tú no te has enfadado. 
Se ha repetido lo que hacía cuando
te enseñaba a hacerlo de pequeño; pero
ahora ha sido al revés.
Últimamente, cuando he conversado contigo
he repetido y repetido las mismas historias,
que ti ya la sabes de memoria y no me has interrumpido 
ni te has cansado de escucharme; como
cuando te narraba un cuento tantas veces antes de
dormirte.  Cómo has soportado mi inmovilidad y
el descontrol de mis funciones, al
perder el dominio sobre mi cuerpo
no he podido manejar mis incontinencias
y he hecho sin voluntad mis necesidades,
y tú no te has avergonzado
porque has comprendido que
no es mía la culpa
ni voluntarios estos desajustes.
No me has reprochado por mis
negativas a bañarme
y no me has regañado por
no querer tomar la medicina.
Seguramente me aceptas
como la niñita mayor que soy ahora
y has personado mis caprichos
y debilidades.
Has pasado por alto mi inutilidad y
mi ignorancia de no
comprender los adelantos
de la ciencia y la tecnología que
ya no alcanzo a entender, pero me
has dado el tiempo necesario para
asimilarlas y no te has reído de mis
impertinencias y torpezas.
No te has enojado cuando al
conversar se me ha olvidado
lo que estábamos diciendo, más
bien me has ayudado a recordarlo.
Ya me doy cuenta de cuanta atención
dabas a lo que te decía. Con tu mano has 
puesto en mi boca la sopa y el pan; 
aunque ya no tengo dientes ni
saboreo lo que como no me has
insistido más allá, de mis ganas
y de mi poco apetito.
Igual que tú aprendiste, y yo ahora
lo he olvidado, he apoyado mi
flaqueza y lentitud en tu brazo generoso, 
en tu pecho cariñoso y me has ayudado a
caminar según mis lentos pasos.
Lejos de molestarte, te he visto llorar
cuando te decía que ya no quiero vivir;
lo decía por mi estado, por las
molestias que causo, por el
esfuerzo que hacías con un cuerpo
pesado, enfermo y cansado.
Has aceptado con valor y resignación al
verme como estoy aunque te has sentido
más triste cada día.
He sentido tu corazón junto al mio,
en los momentos que más te he
necesitado.
Yo te di la vida, yo te vi nacer;
ahora con tu amor has prolongado la
mía y me verás morir;
tu camino está en su mejor lugar
y tu tiempo es el más feliz momento,
mientras los míos están por
concluir.

Mi gratitud para ti hijo mio, mi
admiración por tu paciencia.
Pronto se acabará mi cuerpo
pero mi amor siempre estará
contigo, ahora, aquí, allá, siempre.
Cuida a la familia que queda, 
cuídate tú, que has asegurado tu
cuidado cuando te toque vivir
iguales circunstancias,
porque tus hijos velarán por ti,
puesto que lo que se hace en está
vida por alguien otros lo
harán por uno con mayor
cariño, y con mejor merecimiento
en los últimos instantes...

Mil gracias Hijo Mío,

TE QUIERO CON EL ALMA!!

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