Soy ya esa mujer que no necesita demostrar nada a nadie. ¡Y menos a ti!
Mírame bien, yo ya soy una mujer que no ocupa
demostrarte nada y tampoco te debe explicaciones.
Justo ahora y después de un largo camino, puedo estar
orgullosa de algo, y es que yo ya no necesito aprobaciones de nadie, mucho
menos demostrarle a las personas nada, no tengo por qué. Soy adulta, asumo mis
propias responsabilidades, pero no cedo para explicaciones necias, no las debo,
ni nadie debe pedirlas tampoco.
Mi vida es mía, de nadie más, ahora vivo feliz, soy
fortaleza a mil, nadie me conoce tan bien como yo misma, nadie tampoco me ama
tanto como me amo yo, llevo en mi ser un saco repleto de valentía y un poco de
humildad también y cero miedo, porque ahora mi viaje es ligero, sólo voy con lo
importante. Con lo que realmente vale la pena.
Ser una mujer que no necesita demostrarle nada a
nadie, me ha costado experiencias e incontables traspiés; se requiere de mucha
voluntad y amor propio y sobretodo dignidad. Ser mujer en sencillez auténtica y
entrega desmedida, en luchas incansables pero con sonrisas para iluminar
oscuridades, con capacidad para amar más allá de cualquier limitación e incluso
distancias. Es cierto que no es tan fácil y todos deberían saberlo. Yo amo ser
mujer, aprendo a ser mi mejor versión cada día, amo sumergirme en mí y
redescubrirme en cosas simples.
Cada día son más mujeres las que luchan con uñas y
dientes por alguna realización personal, por superarse o por demostrarle no al
mundo si no a ellas mismas que son valiosas e importantes, que pueden alcanzar
cualquier meta y que los sueños todos, los pueden hacer realidad si se lo
proponen. Mujeres que buscan hasta el cansancio soluciones prontas y rápidas a
las dificultades que la vida les pone enfrente.
Necesidad de sentir
aprobación.
Caemos en el error muchas veces de sentir poca
seguridad, de dudar de nuestras capacidades. No nos damos cuenta que la única
aprobación que requerimos es la que nos damos a nosotras mismas.
Si bien es cierto el amor debe nutrirse a diario, pero
cuántas veces en determinadas relaciones pasamos a ser segundo plano, y dejamos
a un lado nuestras necesidades propias como mujer, por cumplir deseos y
expectativas ajenas. Hacer todo por los demás, sin hacer un alto y ponernos de
primeras siempre en todo momento. Porque la mujer que se ama primero a sí misma
sabe que ella está primero que nadie.
Hemos aprendido a ser las
mejores hijas con nuestros padres, con nuestra familia e incluso con nuestras
amistades. Sin importar que ellos muchas veces nos han quedado mal. Nos damos
por completo, perdonamos, complacemos para “quedar bien”, enmendamos malos
entendidos y casi siempre se nos ve fuertes y hasta tolerantes. Claro que a
veces sumergidas en cansancios relativamente extenuantes, en ocasiones agotamos
paciencia, y decimos “hasta aquí”.
A pesar de todo,
reconozco que no soy para nada perfecta, pero me acepto como soy porque día con
día trato de ser mejor y de estar bien y tranquila. Sé que no puedo con todo,
pero me esfuerzo por sobrellevar mis quehaceres diarios siempre con sonrisa en
boca. Sé también que no soy súper lista ni súper estupenda, es cierto no lo sé
todo. Me equivoco una que otra vez, o muchas seguidas, tropiezo con la misma
piedra, me muerdo los labios cuando algo no me sale tan bien, me enojo, se me
frunce el ceño, me rasco la cabeza, me da colitis con un buen susto, madreo a
un mal conductor, ya no me dejo de nadie. No me importa llevar la uñas impecables
y pintadas, o el cabello liso, o atuendos perfectos. Eso ya dejó de ser
prioridad ahora; me basta sentirme bien con lo que me hace verme bien, con lo
que decido llevar, alimento mis antojos, disfruto el cine a solas porque no, y
montarme a una bici sin ruta en mente, sólo ir y disfrutar del aire en la cara,
del sudor en los hombros.
Así soy, así me amo.
Porque la vida no es
una suma cero, no tengo recetas pero sí certezas y seguridades, asomarme a
nuevas oportunidades ya es parte de mi vivir. Le abro las puertas a mi
intuición, me dejo llevar más por el corazón, amo sentir la música que provoca
un incendio en mí, amo escuchar la lluvia o mirar al cielo, amo ver la luna y
escuchar el mar.
Yo soy todo lo que
ves, a veces me presento completa, con cada pieza en su lugar, otras me ves
desordenada, así soy yo. Si no te gusto, es lo que hay. No vivo para complacer
a los demás, ni para agradar a nadie.
Cuando te hayas
encontrado a ti misma, te darás cuenta de todas las cosas que te sobraban y que
no necesitabas, de lo gris, de la bulla exterior y de todas esas relaciones
caducas que arrancaban una a una tus ilusiones y te cegaban el alma.
Para ser esa mujer que
ya no necesita demostrar a nadie de todo lo que es capaz, es necesario vestirse
de luz propia, lucirse para sí misma, y entender que amarse no tiene horario ni
fecha en el calendario, porque es algo que debe vivir en ti misma sin restricciones
de tiempo y espacios.
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