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viernes, 27 de mayo de 2016

HE CAMBIADO: ahora ya me atrevo a decir “BASTA”





He cambiado: ahora ya me atrevo a decir “basta”


Es importante saber decir “basta” en el momento adecuado, para que no se aprovechen de nosotros y no minen nuestra autoestima con actuaciones que vulneran nuestro bienestar
¿Cuándo fue la última vez que dijiste “basta” en voz alta? No es fácil. No resulta nada sencillo dar el paso hacia este acto de valentía personal que, a la vez, nos abre las puertas a la libertad emocional.

Lejos de lo que muchos puedan llegar a pensar, las personas sí cambiamos con el tiempo. Cambiar determinadas cosas de nuestra personalidad, esencias, valores y actitud nos permite adaptarnos mejor a las dificultades de la vida.


Más que cambiar, las personas avanzamos, y ello es, sin duda, un reflejo de salud mental y emocional. Lejos de temer los cambios hemos de verlos como oportunidades con las que encontrar, más que la felicidad, una adecuada calma y bienestar interior.

Te invitamos a reflexionar sobre este aspecto.



Decir basta: un acto de liberación
Si nos detenemos unos segundos en pensar cuántos “síes” hemos dicho a lo largo del día frente al número de “noes” que hemos pronunciado, nos daremos cuenta de que las personas, por lo general, optamos antes por las afirmaciones que por esas negaciones que tanto nos cuesta sincerar.

Nuestra educación suele estar orientada a esa cortesía respetuosa donde se nos acostumbra a decir que sí, a dar las gracias y a ser solícitos en cada situación.

Ahora bien, aunque ello es un acto de nobleza que nos enriquece como persona, también sería adecuado que desde niños nos dieran estrategias para ser asertivos. Te explicamos en qué consiste.

La importancia de la asertividad
La asertividad es, por encima de todo, esa conducta gracias a la cual logramos defender nuestros derechos, opiniones y necesidades de forma respetuosa, teniendo también en cuenta a la persona que tenemos delante.


Ello, sin duda, no es nada fácil. Ahora bien, para conseguir ser asertivos es necesario, en primer lugar, tener muy definida nuestra autoestima y saber hasta dónde llegan nuestros límites.
Qué estamos dispuestos a consentir y qué no.

Una vez conocemos cuáles son nuestros límites personales hemos de ser capaces de impedir no solo que otros los traspasen sino también vulnerar nosotros los espacios ajenos.
Se trata de respetar y ser respetados. De saber escuchar pero también saber alzar nuestra voz para explicarnos con claridad y seguridad sobre aquello que no queremos, no nos gusta o nos hace daño.



No tengas miedo de utilizar el pronombre personal “yo” en tus frases (“Yo no estoy dispuesto a que me hables así”, “Yo no puedo soportar esta situación, me hace daño”, “Yo me siento infravalorado, creo que no me estás respetando”).
Las posibles consecuencias de decir basta
Todo cambio viene acompañado por una dosis de miedo, otra de inseguridad y por último, por una sensación de riesgo al imaginar las posibles consecuencias que pueden ocurrir a raíz de nuestra actuación, de nuestro cambio.

Decir basta a esa situación familiar tan compleja puede hacer, por ejemplo, que dichas personas reaccionen de forma negativa, rechazándonos.
Decir basta a una situación laboral insostenible puede hacer que perdamos el empleo.
Decir basta a una conducta negativa que hacen nuestros hijos puede hacer que nos digan cosas como “que no nos quieren”.
Todos tenemos miedo a las posibles consecuencias, pero antes de anticiparlas o incluso de temerlas, es necesario detenernos a pensar qué puede ocurrir en caso de no reaccionar y de continuar en dicha situación tan negativa.
En ocasiones, es más peligroso seguir unidos a un presente insostenible que reaccionar y decir “basta”. A veces, lo creamos o no, se abren nuevos caminos donde todos podemos salir ganando.

La necesidad de ser íntegros con nuestros valores
Nuestra integridad emocional está relacionada con actuar de acuerdo a nuestro sistema de valores y creencias.

Si nos acostumbramos a ceder hoy y mañana también, si vivimos orientados solo a no decepcionar o a complacer a los demás, llegará un día en que dejemos de reconocernos ante el espejo.

No es lo adecuado. Ahora bien, todos tenemos claro que es prácticamente imposible hacer siempre lo que deseamos, y que tampoco es adecuado decir todo lo que sentimos, todo lo que pensamos.
Se trata solo de ser consecuentes, íntegros y respetuosos con nosotros mismos y con los demás.
Para convivir es necesario tener en cuenta las necesidades ajenas, pero también saber escuchar el propio corazón y actuar en equilibrio.
Nuestra paz interior no es negociable, al igual que nuestra dignidad. Si dejamos que otros nos vulneren y nos conviertan en actores secundarios de nuestra propia vida, perderemos nuestra autoestima y nuestro autoconcepto quedará muy herido.
Sé consecuente con tus valores. Escucha tu voz interior y no temas decir “basta” cuando sea necesario.


Las personas cambiamos, pero ese cambio no es dar un giro de 180 grados, sino que en realidad, consiste en dar un paso hacia delante, para avanzar, para crecer.





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